

















Sabes que los poderes de esta piedra son temidos por los más sabios, que evitan incluso posar sus manos sobre ella, y sin embargo, tú la miras con avaricia después de sustraerla sutilmente de una de las estancias de quienes te han ofrecido su hospitalidad. Las nebulosas brumas del interior de la palantír son atrayentes, y la prudencia te abandona.







