Página Principal

Biografía de Tolkien

Razas de Arda

Enciclopedia

Cronología de la Historia de Arda

Genealogías

Mapas

Imágenes

Lenguas de Arda

Calendarios

Enlaces

Elfos
Eldar Avari
Vanyar Noldor Teleri Elfos Silvanos
Falmari Eglath Falathrim Nandor
Sindar Laiquendi
Calaquendi Umanyar Galadrim
Moriquendi

En el mismo instante en que Varda, la Señora de los Cielos, volvió a encender las estrellas luminosas sobre la Tierra Media, despertaron junto al lago de Cuiviénen, el agua del de pertar, los hijos de Eru. Era éste el pueblo de los quendi, que son llamados elfos, y lo primero que percibieron cuando vinieron al mundo fue la luz de las nuevas estrellas. Por eso los elfos aman a la luz de las estrellas sobre todas las cosas y adoran a Varda, a quien conocen como Elentári, reina de las estrellas, sobre todos los valar. Y lo que es más, cuando la nueva luz penetró en los ojos de los elfos en aquel momento del despertar, permaneció allí de modo que desde entonces brilló siempre en sus ojos.

Así pues, Eru el Único, a quien los nacidos en la Tierra conocen como Ilúvatar, creó la raza más hermosa y más sabia que ha existido jamás. Ilúvatar declaró que los elfos tendrían y crearían más belleza que cualquier criatura terrena y que experimentarían la mayor felicidad y la más profunda aflicción. Serían inmortales y siempre jóvenes, de modo que vivirían mientras viviera la Tierra. No conocerían jamás la enfermedad ni la peste, pero sus cuerpos serían como la Tierra en sustancia y podrían ser destruidos. Podrían sucumbir por acción del fuego o del acero en la guerra, ser asesinados e incluso morir de pena.

Su tamaño vendría a ser el mismo que el de los hombres, que todavía no habían sido creados, pero los elfos serían más fuertes de espíritu y de cuerpo y no se debilitarían con la edad, sino que se harían más sabios y más hermosos.

Aunque menores en estatura y poder que los semidioses valar, los elfos comparten la naturaleza de esos poderes en mayor medida que los Segundos Nacidos. Se dice que los elfos andan siempre envueltos en una luz que es como el resplandor de la Luna que acaba de ponerse en los límites de la Tierra. Su cabello es como oro hilado, plata tejida o azabache pulimentado, y una luz estelar resplandece a su alrededor, en el cabello, los ojos, los ropajes de seda y las manos enjoyadas. Siempre hay luz en el rostro del elfo, y el sonido de su voz es variado, hermoso y sutil como el agua. De todas las artes que practican, las que más dominan son la oratoria, el canto y la poesía. Los elfos fueron el primer pueblo de la Tierra en hablar mediante la voz, y ninguna criatura terrena cantó antes que ellos. Sentían curiosidad por todas las cosas y recorrían el mundo poniendo nombre a todo lo que veían. Con justicia se llaman quendi, "los hablantes", pues enseñaron las artes habladas a todas las razas del mundo capaces de aprender las artes del habla y la canción, y llamaron a su lengua quenya, que significa simplemente "habla". Todas las lenguas del mundo proceden de ésta, que es la lengua madre y la más bella para los oídos. Los ents fueron la primera raza que pudo hablar gracias a los quendi. Después, incluso los hombres y los viles orcos y trolls lo hicieron.

En la Primera Edad de la luz de las estrellas, después de la caída de Utumno y de la derrota de Melkor, el Enemigo Oscuro, los valar llamaron a los elfos a las Tierras Imperecederas del oeste. Esto sucedió antes de la salida del Sol y de la Luna, cuando sólo las estrellas iluminaban la Tierra Media. Los valar deseaban proteger a los elfos de la oscuridad y de la maldad latente que había dejado Melkor. También deseaban gozar de la compañía de esta hermosa gente y que vivieran bajo la luz eterna de los sagrados Árboles de los valar en Valinor.

Así, los valar prepararon un territorio llamado Eldamar, "hogar de los elfos", en las Tierras Imperecederas, más allá de los mares del oeste, donde se predijo que los elfos construirían sus ciudades con cúpulas de plata, calles de oro y escaleras de cristal. La tierra sería rica en frutas y cereales, y los elfos, felices, hábiles y prósperos. Las orillas de Eldamar estarían salpicadas de diamantes, ópalos y cristales pálidos que los propios elfos trabajarían sólo por la satisfacción de crear objetos bellos. De esta manera se dividieron por primera vez los elfos, pues no todos querían abandonar la Tierra Media y entrar en la luz eterna de las Tierras Imperecederas. Ante el llamamiento de los valar, muchos fueron los que emprendieron el viaje hacia el oeste, y éstos se llamaron eldar, "pueblo de las estrellas". El resto fueron conocidos a partir de entonces como avari, "los renuentes", y aun cuando eran diestros en los asuntos de la naturaleza y, como sus hermanos, inmortales, eran un pueblo menor. Fundamentalmente permanecieron en las tierras orientales donde el poder de Melkor era más fuerte, y por lo tanto su número fue disminuyendo.

Los eldar eran conocidos asimismo como el pueblo del Gran Viaje, pues se habían trasladado desde el este por los territorios vírgenes de la Tierra Media en dirección al Gran Mar. Estos pueblos élficos se componían de tres clanes, gobernados por tres reyes. El primero era el de los vanyar, e Ingwë era su rey; el de los noldor era el segundo, y tenía a Finwë como su señor; y los teleri constituían el tercero gobernados por Elwë Singollo. Los vanyar y los noldor llegaron a Belegaer, el mar occidental, mucho antes que los teleri, y Ulmo , Señor de las Aguas, salió a su encuentro y los instaló en una isla que era como un gran navío. Arrastró entonces a las dos huestes a través del mar hasta conducirlas al territorio de las Tierras Imperecederas que los valar habían preparado para ellos.

El destino de los teleri fue distinto del de sus hermanos y se dividieron en varios grupos. Puesto que eran los más numerosos de todo el pueblo, su travesía fue la más lenta. Muchos abandonaron el viaje, entre ellos los nandor, los liaquendi, los sindar y los falathrim. Elwë, el rey supremo, se perdió también y se quedó en la Tierra Media. No obstante, la mayoría de los teleri prosiguieron trabajosamente el viaje y adoptaron a Olwë, el hermano de Elwë, como rey, hasta que alcanzaron el Gran Mar. Allí esperaron a Ulmo, quien los condujo finalmente a Eldamar.

Así, la mayoría de los eldar llegaron a las Tierras Imperecederas en los días de la luz eterna, cuando los Árboles de los valar iluminaban todo el territorio. Bajo esa luz, los elfos se ennoblecieron y se hicieron más sabios y poderosos de lo que se imaginaban los que se habían quedado en las Tierras mortales. Los valar y los maiar fueron sus maestros y de ellos aprendieron grandes artes y conocimientos secretos.

Los vanyar y los noldor construyeron, en la colina de Túna, en Eldamar, una gran ciudad llamada Tirion, mientras que los teleri construyeron el Puerto de los Cisnes, que en su lengua se llamaba Alqualondë, en la costa. Estas ciudades de los elfos eran las más hermosas de todo el mundo, y comparar su belleza era como comparar el árbol de plata de Telperion con el árbol de oro de Laurelin. Durante ese tiempo llamado Paz de Arda y Encadenamiento de Melkor, los eldar fortalecieron su cuerpo y su espíritu como el fruto y las flores de los Árboles y crearon muchos objetos de una finura y una belleza jamás superadas y que después de la Muerte de la Luz no volverían a igualarse.

Los sindar (que eran llamados elfos grises), gracias a las enseñanzas y a la luz de Melian la Maia, se hicieron más poderosos en la Tierra Media que todos los demás elfos de las Tierras Mortales. En el bosque de Doriath fundaron un reino encantado muy poderoso, el mayor creado por los eldar que no llegaron a ver los Árboles de los valar. Con la ayuda de los enanos de las Montañas Azules, los sindar construyeron Menegroth, una extraordinaria ciudad que se llamó Las Mil Cavernas, pues estaba excavada en una montaña. Sin embargo, era como un bosque iluminado por faroles dorados. En sus galerías se oía el canto de los pájaros y la risa del agua cristalina que manaba de fuentes de plata. Ninguna otra raza construyó en la Tierra Media una ciudad más hermosa.

Éstos fueron los mejores tiempos de los eldar, tanto en la Tierra Media como en las Tierras Imperecederas. Sin embargo, este período de paz había de finalizar poco después de la liberación de Melkor. Se creía que éste se había arrepentido de su modo de obrar y que había ayudado he instruido mucho tanto a los valar como a los eldar, pero había instalado secretamente la rivalidad en la Tierra. No obstante, durante cierto tiempo los eldar siguieron creciendo, y en ese intervalo, entre los noldor destacó Fëanor, que hizo una obra considerada la mayor de las hazañas de los elfos de Arda.

El genio de Fëanor labró los silmarils, tres gemas como diamantes que brillaban con una llama que era en sí misma una forma de vida y que resplandecía con la viva luz de los Árboles de los valar. En esta época dieron fruto las mentiras que había difundido Melkor y estallaton las rivalidades y la guerra. Con la colaboración de la gran araña Ungoliant, Melkor destruyó los Árboles y apagó así para siempre la luz de las Tierras Imperecederas. Durante la larga noche que siguió, Melkor robó los Silmarils, huyó con Ungoliant a través de Helcaraxë, "el hielo crujiente", y regresó a la Tierra Media y a las oscuras mazmorras de Angband, su gran armería.

Fëanor juró venganza y, en contra de la voluntad de los valar, ganó a los noldor para su causa mediante una promesa.

Los noldor persiguieron entonces a Melkor hasta la Tierra Media y así se convirtieron en un pueblo maldito, pues capturaron los navíos cisne de los teleri de Alqualondë y mataron a sus hemanos elfos. Ésta fue la primera matanza entre hermanos de los elfos. Los hijos de Fëanor cruzaron Belegaer, el Gran Mar con los barcos de los teleri mientras el resto de los noldor, mandados por Fingolfin, en un acto de gran osadía, se atrevieron a cruzar el Helcaraxë, el puente de hielo, a pie.

Según relata el "Quenta Silmarillion", así se inició la guerra de las Joyas, que originó la caída de los noldor y los sindar en los territorios de Beleriand de la Tierra Media. Pues los noldor hostigaron a Melkor -a quien llamaban Morgoth, "el Enemigo Oscuro del Mundo"- y lucharon en su reino durante toda la primera Edad del Sol. La guerra fue amarga y atroz, y de los eldar que estaban en la Tierra Media pocos sobrevivieron a esa lucha, aunque se llevaron a cabo grandes hazañas y surgieron y cayeron poderosos reinos. En esta época, los primeros hombres llegaron a Beleriand y llamaron a los elfos nómin, "los sabios", pues poseían gran belleza y sabiduría y aprendieron muchas cosas de ellos. Estos hombres ayudaron a los elfos a luchar contra Morgoth, aunque otros que vinieron después los traicionaron. Finalmente, se incorporaron los valar y mucho otros eldar de las Tierras Imperecederas que, en la guerra de la Cólera, abatieron a Morgoth el Enemigo para siempre. Pero, en esa guerra, Beleriand quedó destruida y cubierta por el oleaje del Gran Mar.

Los grandes reinos de ese lugar desaparecieron definitivamente, lo mismo que las ciudades élficas de Menegroth, Nargothrond y Gondolin. Sólo una pequeña parte de Ossiriand, que se llamaba Lindon, se salvó de la inundación. Allí permaneció el último reino eldar de la Tierra Media durante los primeros años de la Segunda Edad del Sol. La mayoría de los eldar que sobrevivieron a la guerra de la Cólera regresaron al oeste y fueron transportados en los navíos blancos de los teleri a Tol Eressëa, la isla de la bahía de Eldamar. Allí construyeron el puerto de Avallónë y una torre que proyectaba luz sobre los Mares Sombríos.

Entretanto, los Segundos Nacidos que habían ayudado a los eldar contra Morgoth decidieron dirigirse hacia una isla llamada Númenórë, situada en el centro de Belegaer, el Gran Mar.

Después de ese tiempo, poco se sabe de los eldar de las Tierras Imperecederas, aparte de que, si bien la luz de los Árboles y de los valar se había apagado, no hubo nunca en la Tierra Media, ni si quiera en sus mejores días, nada que tuviera la posibilidad de compararse con los años del ocaso de Eldamar.

La sabiduría de los eldar sigue creciendo en las Orillas Bendecidas, pero ninguno ha regresado jamás para hablar de aquel país ni contar las hazañas de aquel pueblo.

Sin embargo, algunos eldar permanecieron todavía un tiempo en las Tierras Mortales, pues su destino no se había cumplido, y entre ellos se encontraban algunos nobles noldor y sindar. Uno era Gil-galad, el último de los reyes supremos de los eldar en la Tierra Media. Su reinado subsistió mientras duró la Segunda Edad del Sol y su reino de Lindon sobrevivió hasta la Cuarta Edad. En esos años de la Segunda Edad predominó la paz. Los elfos volvieron a prosperar y se adentraron en el este. Algunos señores noldor y sindar se unieron a los elfos silvanos y fundaron reinos: Thranduil convirtió el Gran Bosque Verde en su dominio; Celeborn y Galadriel gobernaron Lothlórien, el Bosque de Oro.

En esa época la mayor colonia de los eldar era Eregion, que los hombres llamaban Acebeda, a donde fueron muchos nobles noldor. Fueron llamados gwaith-i-mírdain, pero en tiempos posteriores pasaron a llamarse herreros elfos, y estaban gobernados por Celebrimbor, el mejor de los herreros de la Tierra Media y nieto de Fëanor, forjador de los silmarils. Ante ellos se presentó disfrazado Sauron el Maia, el principal siervo de Morgoth, a quien los elfos entregaron su confianza, porque no lo reconocieron. Juntos hicieron grandes obras, que culminaron con los Anillos del Poder. Por desgracia, no fue hasta que Sauron se puso el Anillo Único que los gobernaba a todos que los elfos cayeron en la cuenta de quién era. Esta fue la causa por la que estalló la guerra de Sauron y los Elfos, así como muchas otras tanto en esa edad como en la siguiente

Las cruentas batallas de la guerra de Sauron fueron espantosas. Celebrimbor pereció y su tierra fue arrasada, de modo que Gil-galad hubo de enviar a Elrond y a muchos guerreros de Lindon en ayuda del pueblo de Eregion. Los elfos que sobrevivieron a la destrucción de Eregion huyeron a Imladris (que en la Tercera Edad se llamó Rivendel) para ocultarse del terror, y adoptaron como señor a Elrond Medio elfo. Pero aunque los elfos no eran lo suficientemente fuertes como para arrebatar el poder al Señor Oscuro mientras estuviera en posesión del Anillo Único, sus aliados, los númenóreanos se habían hecho poderosos en el oeste e incluso a ojos de los elfos tenían facultades dignas de semidioses, aun no siendo más que mortales. Los númenóreanos llegaron a Lindon en sus navíos y expulsaron a Sauron de las Tierras Occidentales. En una época posterior regresaron y, para asombro del mundo, capturaron al propio Señor Oscuro y se lo llevaron encadenado a sus territorios.

Pero incluso derrotado, Sauron, el Señor Oscuro, conservaba su astucia. Mediante sus malas artes logró lo que no había logrado en la guerra. En el "Akallabêth" se relata cómo engañó a los númenóreanos, cayendo sobre ellos una terrible maldición. El mar de Belegaer se tragó las tierras de Númenórë y todos los miembros de aquella raza, menos unos pocos escogidos, desaparecieron para siempre. Se produjo también el Cambio del Mundo, y en aquella época las Tierras Imperecederas de Valinor y Eldamar fueron excluidas de los Círculos del Mundo. Las Tierras Mortales quedaron encerradas en sí mismas, y las Tierras Imperecederas, separadas. De esta forma se volvieron inaccesibles excepto para los navíos blancos de los elfos que navegaban por lo que se denominaba Camino Recto, que conducía, más allá de las Esferas del mundo Mortal, a la Bendecida Orilla Imperecedera.

Mas en esa Segunda Edad del Sol todavía había que vencer a Sauron, Señor de los Anillos, pues había escapado a la caída de Númenor y había regresado al reino de Mordor. Así pues, se firmó la Última Alianza de elfos y hombres, y todos los grandes eldar y Númenóreanos lucharon contra el dueño del Anillo. Entraron en Mordor y en Barad-dûr, su torre, y se lo arrebataron. Sus sirvientes y él perecieron en la sombra, pero Gil-galad, el último rey supremo de los elfos de la Tierra Media, murió también, lo mismo que casi todos los grandes señores de los númenórenos. La paz volvió a prevalecer durante un tiempo y muchos eldar se trasladaron al oeste desde los Puertos Grises.

Todavía quedaron unos pocos eldar para vigilar las tierras de las que lentamente se estaba apoderando la raza de los hombres. En la Tercera Edad, los eldar de la Tierra Media no eran sino una sombra de su antiguo poderío. Lindon seguía existiendo, pero permanecía apartada casi por completo de las contiendas de la Tierra Media, y Círdan, señor de los Puertos Grises, era el de mayor rango de todo su pueblo. Al este de las Montañas Azules, los eldar gobernaban tan sólo las tierras de Lothlórien, el Bosque de Oro, Imladris, que se llamó Rivendel, y el reino del Bosque Verde, que luego se llamó Bosque Negro. Todos estos territorios permanecían ocultos y separados del mundo de los hombres. Los elfos no se preocupaban más que de sus cosas, excepto en una cuestión: lo relativo al Señor de los Anillos, que volvió una vez más a Mordor y mandó a sus siervos, los Nazgûl, que arrasaran la tierra. Entonces los elfos y los descendientes de los númenóreanos lucharon nuevamente en lo que se ha dado en llamar la guerra del Anillo. En esta época se destruyó el Anillo Único. Mordor volvió a caer por última vez y Sauron desapareció para siempre, lo mismo que sus siervos, con lo que su domimio sobre todo el mal del mundo quedó truncado. No obstante, el poder del Anillo estaba asimismo vinculado al poder de los eldar en las Tierras Mortales, y cuando el Anillo Único fue destruido la gloria de los eldar se apagó. Entonces los Portadores del Anillo y muchos emparentados con ellos fueron llamados a las Tierras Imperecederas. Durante la Cuarta Edad, en la época del dominio de los hombres, los últimos eldar navegaron por el Camino Recto en el último navío blanco preparado por Círdan de los Puertos Grises. Así , este pueblo de las estrellas pasó para siempre a ocupar ese lugar que está fuera del alcance de los mortales, salvo en las antiguas leyendas y quizás en los sueños.

Aunque el quenya fue la primera lengua de los quendi, no fue la única, pues los avari y los elfos silvanos hablaban dialectos que variaron a lo largo de las Edades de las Estrellas y del Sol al tiempo que cambiaba la Tierra Media. Debido al largo exilio de los teleri en Tol Eressëa, la lengua del tercer clan, que habitaba Alqualondë, era también un dialecto del habla antigua. Sólo entre los vanyar y los noldor de las Tierras Imperecederas perduró el quenya primitivo.

Todos los eldar de la Tierra Media usaban la lengua sindarin. Y en la Tercera Edad del Sol sólo ellos, los ents y los señores dúnedain conocían todavía el quenya, pero como una lengua circunscrita a las ceremonias, las canciones antiguas, las leyendas y las historias élficas.