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Consta en las historias de Arda que cuando brilló el Sol por vez primera surgió en el mundo un nuevo sistema de medir el tiempo. Con el Sol llegó el despertar de una raza que se regía únicamente por los designios de Ilúvatar. De la misma manera en que los elfos nacieron cuando se volvieron a encender las estrellas, los hombres aparecieron cuando salió el Sol por primera vez.

Esta nueva raza abrió los ojos a la nueva luz en el país que los elfos llamaron Hildórien, "tierra de los seguidores", situado en el lejano oriente de la Tierra Media. Los elfos los llamaron apanónar, "los nacidos después", ya que el resto de las razas llevaba ya muchas edades en el mundo. A diferencia de los elfos, los hombres eran mortales y tenían una vida corta incluso en comparación con la de los enanos, que no les concedía tiempo para adquirir unos mínimos conocimientos, así que también los llamaron fírimar, "gente mortal". En lo referente a fortaleza física y nobleza de espíritu, no eran tampoco equiparables a los elfos. Se trataba de una raza débil que sucumbía fácilmente a las pestes y a los rigores del entorno. Su cuerpo y su espíritu podían quedar dañados por todo tipo de cosas que no afectaban en absoluto a los elfos. Por todo esto, los llamaban engwar, "los enfermizos", aunque no sin compasión. Los valar no llegaron al este y todo lo que pudieron aprender los hombres se lo enseñaron por compasión los elfos menores llamados oscuros, que vivían en los bosques orientales. Pero era una raza pertinaz que se reproducía con mayor rapidez que todos los demás pueblos excepto los orcos, y, aunque perecían con facilidad, volvían a multiplicarse y finalmente se desarrollaron con rapidez en las tierras del este, de modo que algunos los llamaron "los usurpadores".

En la Primavera de Arda reinó una gran alegría, pero finalmente Morgoth, al oir rumores de lo que había acontecido en el este, se desplazó a esas tierras. Una sombra descendió entonces como una gran mano sobre la raza de los hombres. Se dice que en su mayoría le parecieron un pueblo que se doblegaba fácilmente a su voluntad.

Algunos huyeron de semejante maldad: eran los más nobles y se desperdigaron por el oeste y el norte en busca de la tierra que, según se rumoreaba, estaba libre de la oscura mano de Morgoth. Al cabo de un tiempo, llegaron a Beleriand, donde vivía un pueblo cuyos ojos brillaban como estrellas y cuyo espíritu era tan vivaz como el Sol. Se trataba de los calaquendi o elfos noldorin, que acababan de abandonar las Tierras Imperecederas. Los hombres honraron, sirvieron y rindieron lealtad a estos elfos. Sobre todo deseaban saber cosas acerca de la luz que había brillado en occidente, aprender las artes y adquirir los conocimientos que pudieran poner fin a la oscuridad de la cual habían huido.

Los noldor aceptaron el tributo de estos hombres y les enseñaron muchas cosas de gran valor. En la lengua noldorin los hombres se llamaron primero atani, "los segundos nacidos", y los primeros de estos hombres que llegaron a Beleriand fueron conocidos como atanatári ("padres de los hombres"), que en sindarin equivalía a edain. Fueron los más nobles y sabios de las Tierras Mortales, y se les encomendó la tarea de enseñar a otros hombres lo aprendido de los elfos.

Según el "Quenta Silmarillion", los edain se dividían en tres huestes: la primera Casa, que era la de Bëor; la segunda Casa, la de los Haladin; y la tercera Casa, la de los Hador. Las hazañas de las Tres Casas de Amigos de los elfos en la guerra de las Joyas contra Morgoth el Enemigo fueron notables, tanto como la tragedia que se cebó sobre los nobles edain que batallaron junto a las huestes élficas. La más larga de las narraciones de los hombres de la Primera Edad del Sol es el "Narn i Hîn Húrin", que relata la vida de los hijos de Húrin: Húrin, el asesino de trolls; Túrin, que dio muerte a Glaurung, el Padre de los Dragones; Beren, que arrancó un Silmaril de la corona de hierro de Morgoth; y Eärendil el Marinero, que navegaba en el buque Vingilot y condujo la Estrella de la Mañana a los cielos.

En la Primera Edad todavía salieron más hombres del este. Pertenecían a un pueblo distinto que había permanecido en las tierras dominadas por la sombra de Morgoth y los elfos los llamaron hombres cetrinos u orientales. En tiempos de guerra la mayoría de estos hombres se mostraron desleales, y aunque fingían amistad con los elfos, los traicionaron ante el enemigo.

Cuando terminó la Primera Edad del Sol y Morgoth cayó al vacío, Beleriand se hundió en el mar Occidental. Todos los enemigos que habitaban Beleriand murieron, al igual que la mayoría de los elfos y los edain, de modo que de poco pudieron aprovecharse los vencedores.

Incluso los edain que sobrevivieron a esa edad se dividieron. Algunos escaparon al hundimiento de Beleriand y se desplazaron hacia el este y llegaron al otro lado de las Montañas Nubladas. Así, durante un tiempo, los elfos les perdieron el rastro. Vivieron en los valles del Anduin con otros de su raza que no se habían trasladado a Beleriand en la Primera Edad y pasaron a ser conocidos como los hombres septentrionales de Rhovanion. Otros edain huyeron de Beleriand y fueron hacia el sur junto con los elfos, donde los valar los recompensaron por su fidelidad y sus sufrimientos cediéndoles un territorio situado en el mar Occidental, entre la Tierra Media y las Tierras Imperecederas.

Los hombres que se desplazaron al sur con los elfos fueron llamados dúnedain u Hombres de oesternesse, pues así se llamaba su isla, que en la lengua élfica era Númenórë. En la Segunda Edad, a los dúnedain se les llamaba con mayor frecuencia númenóreanos y se convirtieron en una gran potencia marítima. En esa misma época se prolongó su vida y aumentó su sabiduría y su fuerza. Tal como relata el "Akallabêth", la Segunda Edad resultó para ellos gloriosa, pero su caída fue terrible, pues los númenóreanos, corrompidos por Sauron, entraron en guerra contra los valar y los maiar y fueron aniquilados. Númenórë fue lanzada a un gran abismo, el mar occidental la cubrió y así finalizó su existencia.

Los númenoréanos más nobles regresaron a la Tierra Media en nueve navíos; su señor era Elendil el Alto y con él iban dos hijos suyos: Isildur y Anárion. Estos elendili, "los fieles", verdaderos descendientes de los dúnedain, fundaron dos poderosos reinos en la Tierra Media. El reino del norte lo estableció Elendil al este del golfo de Lune y se llamó Arnor, mientras que el reino del sur, creado por sus hijos, se llamó Gondor. Los dúnedain de Arnor y Gondor eran los hombres más fuertes de la Tierra Media.

No obstante, el poder de Sauron en Mordor volvió a crecer; pero en esta ocasión los pueblos de la Tierra Media previeron la amenaza y firmaron la Última Alianza de los elfos y los hombres, que reunió los ejércitos de los dúnedain y los elfos. Elendil era el caudillo de los hombres y Gilgalad, el último rey supremo, el de los elfos. En la Puerta Negra de Mordor se libró una enconada batalla. Lucharon contra ellos muchos hombres procedentes del sur llamados haradrim y otros de Rûn que eran denominados orientales. Entre sus enemigos había algunos procedentes de Umbar, los númenóreanos negros. Muchas fueron las razas de hombres que tomaron partido por los orcos y los siervos de Sauron.

Pero finalmente la Puerta Negra de Mordor fue abatida y los de la Alianza mantuvieron sitiada la Torre Oscura, Barad-dùr, durante siete años, hasta que también acabó cayendo. No obstante, Gil-galad, Elendil y Anárion murieron en aquella guerra, y de los gobernantes de los dúnedain sólo quedó Isildur. Fue él quien cortó el Anillo de la mano de Sauron y envió su espíritu a vagar sin forma por los eriales de la Tierra Media.

Así comenzó la Tecera Edad. Sin embargo, aunque durante un tiempo la felicidad fue general, habría de terminar en una gran guerra. Después de arrebatarle a Sauron el Anillo Único de su propia mano, Isildur no lo destruyó, y en los primeros años de aquella edad le sobrevino la desgracia. Los orcos lo abatieron con flechas negras en los Campos Gladios y el Anllo quedó perdido durante mucho tiempo.

Entre los dúnedain que sobrevivieron estaban los hijos de Isildur, que gobernaban el reino septentrional de Arnor, y los hijos de Anárion, que gobernaban el reino meridional de Gondor; y durante un tiempo su fortaleza fue en aumento. Había asimismo muchas otras razas de hombres del este y del sur. Los balchoth, los aurigas y otros orientales vinieron de Rhûn para enfrentarse a los dúnedain de Gondor. Los haradrim los variags avanzaron con los númenóreanos negros desde el sur. No obstandte, los hombres de Gondor eran fuertes y derrotaron a todos sus enemigos.

Pero en la tierra de Angmar, en el norte, se estableció otro poder. Aquel país estaba gobernado por un rey brujo que congregó un ejército de orcos y criaturas malignas, de hombres de las colinas de las Landas de Etten y de orientales, para enfrentarse al reino septentrional de Arnor; y lograron arrasarlo. Aunque el reino de Angmar fue finalmente destruido por los dúnedain de Gondor, el reino septentrional de Arnor desapareció y sólo un reducido número de sus pobladores iniciaron una vida errante por las tierras vírgenes; se llamaron Montaraces del Norte.

Procedentes del este, llegaban constantemente al sur oleadas de hombres bárbaros corrompidos desde hacía tiempo por el poder de Sauron. Los dunlendinos avanzaron dispuestos a entrar en combare, lo mismo que los haradrim y los orientales. También salieron de Mordor los Nazgûl que arrebataron a los hombres de Gondor la torre oriental de Minas Ithil, luego Minas Morgul. Sin embargo, por esos días Gondor ganó un aliado, pues los jinetes llamados rohirrim vinieron en su ayuda. Eran éstos los hombres septentrionales de Rhovanion, que como los hombres del bosque y los los beórnidas del Bosque Negro o los hombres del lago de Esgaroth y los bárdidos de Dale, luchaban constantemente contra los perversos seres creados por Sauron, el Señor Oscuro. Sin embargo, en los desmembrados reinos de la Tierra Media se anunciaba una unión de los pueblos dúnedain, pues, como refiere el "Libro Rojo de la Frontera Oeste", aunque el reino septentrional de Arnor desapareció , siemre hubo un heredero legítimo del trono dúnedain mientras que en el sur, aunque el reino estaba intacto, ya no había ningún verdadero heredero al que nombrar rey y el país fue gobernado por los senescales. A fines de la Tercera Edad, la búsqueda del Anillo estaba a punto de terminar pero empezó entonces la guerra del Anillo. El Anillo Único fue hallado y destruido, y los dúnedain pasaron a ser gobernados por Aragorn, hijo de Arathorn, que desde entonces se llamó rey Elessar, el verdadero heredero de Isildur. En aquella época tuvo lugar también la última unión de la sangre del linaje real con la de los elfos, pues Aragorn tomó por esposa a Arwen Undómiel, hija de Elrond Medio Elfo.

El rey Elessar demostró ser un gobernante firme y sabio, pues, aunque derrotó a muchos enemigos en combate y no temía a nadie, negoció la paz con los orientales y los haradrim, reinando así en las Tierras Occidentales en la Cuarta Edad del Sol, que fue la edad del dominio de los hombres. Y la paz duró muchos años gracias al buen hacer de Elessar y de sus hijos, que eran dúnedain, es decir, descendientes directos de los atanatári, padres de los hombres y primeros en entrar en el reino de los elfos, donde aprendieron y transmitieron a la raza de los hombres gran parte de lo que hoy se considera noble y grande.