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Antes de que saliera el Sol, se criaron en las mazmorras de Utumno, en la Tierra Media, muchas bestias malignas que luego merodearon por el mundo junto con los perversos orcos. Las principales bestias aliadas de los orcos eran los lobos, que llegaron por primera vez a las Tierras Occidentales en los Años de las Estrellas. Los de mayor tamaño servían de montura a los vasallos de Melkor y eran fuente de gran terror.

En la Primera Edad del Sol apareció la raza de los licántropos, el más poderoso de los cuales era Draugluin, su amo y señor. No se trataba de verdaderos lobos, sino de espíritus torturados encerrados en cuerpos de lobo que gozaban de un gran poder, pues eran los favoritos de Sauron el Maia. Sus legiones se agruparon en torno a él y, durante las guerras de Beleriand, les arrebataron la torre de Tol Sirion a los noldor, que pasó a conocerse entonces como Tol-in-Gaurhoth, "isla de los licántropos", y la convirtieron en un baluarte del mal.

Aunque llegada la Tercera Edad del Sol los lobos ya no disponían de la prestancia de épocas anteriores, seguían siendo una raza temida. La "Crónica de las Tierras Occidentales" cita una raza de lobos blancos que salió del desierto del norte durante el duro invierno del año 2911 y mancilló las nieves de Eriador con la sangre de los hombres. El "Libro Rojo de la Frontera del Oeste" habla mucho de los huargos, una raza de lobos que hizo un pacto con los orcos de las Montañas Nubladas en Rhovanion y condujo a los llamados jinetes de lobos a la batalla sobre sus lomos. Y, aun cuando los huargos eran ya por sí solos muy temidos, esta alianza con los orcos incrementó todavía más su maldad. Así, en la famosa batalla de los Cinco Ejércitos, el elemento más poderoso de las fuerzas orcas eran sus jinetes, que montaban grandes huargos.

La más conocida leyenda de los lobos es la que habla de Carcharoth Fauces Rojas, que en la Primera Edad del Sol fue criado por Morgoth a base de carne de seres vivos y dotado de grandes poderes. Así, Carcharoth, que también era conocido como Anfauglir, "quijadas de la sed", alcanzó un tremendo tamaño y su fuerza parecía inigualable. Sus ojos eran como dos brasas ardientes y sus dientes como las flechas envenenadas de una legión de orcos. Carcharoth guardaba las puertas de Angband y nadie podía vencerlo utilizando únicamente la fuerza del cuerpo. Los muros de Angband eran escarpados y horribles; a ambos lados del camino se extendían fosos llenos de serpientes y Carcharoth vigilaba siempre alerta ante la puerta.

Durante la búsqueda del Silmaril, Carcharoth mordió la mano de Beren en la puerta de Angband y se tragó el Silmaril, que lo quemó con un fuego devorador. En la furia del momento, Carcharoth mató elfos y hombres mientras el fuego consumía su carne maldita; sin embargo, su poder siguió creciendo, pues la cólera de Carcharoth era como la autodestructora e inextinguible llama de una estrella fugaz. Pero finalmente se encontró con el que había de hacerle frente: Huan, el perro lobo de los valar, y, aunque lo mordió con sus venenosos dientes, con lo cual se aseguró de que no tardaría en morir, el perro lobo mató también a Carcharoth cerca de las dulces aguas del Esgalduin.