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A lo largo de muchos siglos de la Tercera Edad del Sol, deambularon por las tierras de Eriador unos hombres de rostro siniestro ataviados con capas de color verde oscuro o gris y que llevaban broches de plata en forma de estrella en el hombro izquierdo. Tenían los ojos grises, iban armados con espada y lanza, y calzaban botas altas de cuero. El pueblo llano de Eriador los llamaba Montaraces y los creía gente extraña y hostil, pues, aunque vagaban por todo el territorio de Eriador a pie o montando extraños caballos peludos, lo hacían en silencio. Ciertamente pocos sabían quiénes eran o de dónde venían estos curtidos Montaraces. Pero, como revela el "Libro Rojo de la Frontera del Oeste", se trataba en realidad de los últimos nobles y caballeros del que fuera el gran reino dúnadan de Arnor, y su caudillo era el rey supremo dúnedain. En los años que precedieron y siguieron a la guerra del Anillo, se trató de Aragorn, hijo de Arathorn, que como montaraz era conocido por el nombre de Trancos. En aquella época, un tal Halbarad, que murió en los Campos de Pelennor, era el principal lugarteniente de Aragorn entre los Montaraces, y los famosos hijos de Elrond Medio Elfo, Elladan y Elrohir, iban también en su compañía.

Finalizada la guerra, Aragorn fue coronado con el nombre de rey Elessar, señor de los reinos dúnedain de Arnor y Gondor, y los Montaraces recibieron toda suerte de honores con los más célebres hombres que reunificaron el reino.